Arquitectura del Alma
4/27/20251 min leer


Avanzo lentamente, con pasos cargados de inquietud, sobre un suelo que parece susurrar recuerdos que todavía no han nacido. Ante mí, se alza arrogante y seductora una construcción que desafía todas las normas, que se ríe suavemente de lo previsible y acaricia la eternidad con la punta de sus dedos metálicos.
Es un edificio hecho de sueños olvidados, diseñado con la precisión exacta del deseo humano por trascenderse a sí mismo. Sus líneas son curvas como cuerpos que se buscan en la madrugada, sus paredes reflejan la luz tenue del atardecer como si fueran pieles enamoradas. Está allí, esperándome, pacientemente majestuosa, sabiéndose deseada y dueña de mi atención.
Camino hacia ella con la misma fascinación y temor que sienten los amantes al descubrirse vulnerables ante el amor inevitable. Y en cada paso, la emoción es ambigua, entre el temor de lo desconocido y el ansia de descubrirme reflejado en esa perfección imposible.
Porque sé, íntimamente sé, que al cruzar su umbral no entraré simplemente en un espacio físico, sino que penetraré en el corazón mismo de mis propias preguntas, aquellas que el tiempo no ha logrado responderme.
El edificio es, finalmente, espejo y profecía, promesa de lo que aún puedo llegar a ser. Y yo, humilde caminante hacia su misterio, solo puedo entregarme a su llamada, rendirme a la belleza que promete iluminar, quizá, las sombras interiores que llevo conmigo.